En Ahome se acumulan los rumores, y no son menores. A cinco meses del arribo de Toño Menéndez a la presidencia municipal, los pasillos del palacio vuelven a ser escenario de intrigas y versiones sobre agandalles, control de recursos y disputas por proveedores. El discurso de servicio público que acompañó al nuevo gobierno parece chocar con prácticas que recuerdan a viejas mañas: repartirse el poder y los beneficios como si fueran botín.
El caso más sonado apunta a un hombre de su primer círculo: Ernesto Martín Muñoz Gaytán, jefe de la oficina de Presidencia. Se le atribuye la facultad de decidir sobre altas y bajas en el Ayuntamiento, el manejo directo de proveedores, la organización de eventos como las fiestas patrias —dejando fuera a instancias naturales como el IMAC— y el cobro de porcentajes por cada operación. Un funcionario que, además, carga con un apellido que en Sinaloa tiene historia: hijo de exfuncionaria, cuestionada en su paso por Egresos en tiempos de Polo Infante, y hermano de un operador en Finanzas del gobierno estatal.
De acuerdo con estas versiones, Muñoz Gaytán concentra también el manejo de despensas y contratos, donde presuntamente se aplican porcentajes adicionales que generan inconformidad.
Las versiones sobre los negocios familiares no son nuevas, pero ahora adquieren otra dimensión al estar incrustadas en la administración municipal. La relación de Muñoz Gaytán con su propio hermano también estaría marcada por disputas económicas, lo que abona a la percepción de que más que un proyecto de servicio público, lo que se libra en Ahome es un juego de poder entre familias y cercanos.
Frente a este escenario, la pregunta es inevitable: ¿Toño Menéndez está enterado de lo que sucede en su entorno inmediato o simplemente lo tolera? Porque si lo sabe y lo permite, la responsabilidad política y moral lo alcanza. Si no lo sabe, entonces el problema es aún más grave: significa que el presidente municipal ha perdido el control de su propia oficina y que gobierna alguien más en su nombre.
Los señalamientos han desatado críticas hacia el presidente municipal Toño Menéndez, a quien algunos acusan de permitir o al menos tolerar estas prácticas. La pregunta que se repite es si desconoce lo que ocurre en su entorno inmediato o si simplemente avala las decisiones de su equipo cercano.
En cualquiera de los dos escenarios, la señal que recibe la ciudadanía es preocupante. El gobierno que debía marcar distancia de los excesos del pasado parece haber colocado en su tablero a piezas que no juegan para la gente, sino para sí mismas. Y en política, cuando los rumores se instalan con tanta fuerza en el imaginario colectivo, no basta con ignorarlos: se convierten en certezas si no se aclaran con hechos.